martes, agosto 24, 2010

Puerta al Infierno -la cruel realidad.

Para los de mala memoria, los no interesados en el cine o los muy jóvenes, Puerta al Infierno fue una película de los 80's que tuvo una gran cantidad de partes, en las que un fantástico acomodaba una pieza -que con sólo verse se sabía que algo malo iba a pasar-, y su correcto ajuste provocaba que se creara un pasadizo que permitía la comunicación entre este mundo y el infierno -en donde se veían todas aquellas criaturas del averno especialistas en torturas. Era, supuestamente, una película de terror -para mi gusto una genial comedia-, en donde casi todos morían, excepto el personaje que desde el inicio se sabía protagonista.


Esta alusión me veo en la necesidad de hacerla, porque me he convencido de que aquel cubo de extraños poderes existe y de que está en este país.

Todo inicia porque hoy, como en muchas ocasiones, me he quedado en mi hogar a laborar por supuestas facilidades y comodidades -por no decir tremenda estrategia de mi superior inmediato para explotarme más. En este punto estoy obligado a detenerme a indicar que él es una persona a la que estimo, considero y respeto.

Pues volviendo al tema de la puerta al infierno, después de un poco más de ocho horas continuas, desconsideradas, desafortunadas, inmisericordes y demás calificativos similares y epítetos no pronunciables por respeto, he visto una cabecita roja y unos cuernos.

Tremenda sorpresa y susto el que experimenté. Quien escribe es un completo y absoluto incrédulo de casi todo, pero en verdad las rodillas me falsearon y estuve al punto de caer sobre éstas y comenzar a darme en el pecho pidiendo perdón.

Todo este acontecimiento es visto por mí desde mi ventanal -único lugar en el que he podido mantenerme con vida por el calor-, después que mi espectacular inversor dejara de funcionar -al que debo referirme así por ser un casi incansable e inagotable trabajador de todos los días-, cuando tal suceso ha sido por mí vivido.

Quiero que les conste a todos que no fui dotado de ojos grandes y hermosos de ninguna manera; éstos, pequeños y carentes de expresión, se abrieron desorbitados y desorientados por lo ocurrido.

Con más horror que vergüenza he vociferado: "El Diablo, miren al Diablo", cuando aquella cabeza roja, ovalada en forma de huevo y cuernos caídos -para mi sorpresa distintos a como los imaginaba-, se elevara hasta la acera, me mirara -casi con mi mismo desconcierto-, y se le descubriera una tremenda lágrima en la parte izquierda de su rostro.

En este punto, todas las preocupaciones que recorrían mi cabeza por mentiras, engaños, injusticias que he cometido, resultado de aquella manifestación por supuesto, y de la lógica convicción de que esa cruel aparición era el indicador de que iba a morir y que hacia allá era que me dirigía; aquel que entendía dueño del mal, organizador de desgracias y padre de los demonios que ocupan a todo hombre, se dirige a mí, con voz aflautada y melancólica y me dice: "gracias por el piropo, pero debes ponerte al día, hoy soy la oposición, mi partido perdió las pasadas elecciones, Marranzini está dirigiendo el Hades y hasta allá, yo y mis antiguos demonios, estamos al garete porque el bellaco no apaga la calefacción".