miércoles, octubre 13, 2010

El Día de la Raza y Los Choferes del Concho

El 12 de octubre de 1492, quinientos dieciocho años atrás, es la fecha en la que celebramos –entre los que no se me puede contar-, el muy lamentable Día de la Raza.
El día la raza, con ese nombre y sus muchas variantes de acuerdo al país –para indicar una en Estados Unidos de América es Día de Colón-, hace referencia al “Descubrimiento de América”.
Antes de desarrollar nuestro tema al respecto, quiero recordarles que nuestra isla no fue la primera en que arribaron el Almirante Cristóbal Colón y los demás expedicionarios españoles que representaban a los Reyes Católicos, fuimos la tercera del primer viaje. Les recuerdo que la primera fue la isla de las Antillas Menores entonces llamada San Salvador, luego Juana ahora conocida como Cuba y finalmente La Hispaniola.
“Qué suerte tan maldita la que venimos
arrastrando desde entonces"
Entiendo que maldita –por no escribir la palabra o epíteto que asumo correcto–, que estos salvajes expedicionarios, más perdidos que el hijo de Limbert, donde fueron a arribar tuvo que ser en esta parte del mundo.
En cuanto a los nombres, para mi gusto, prefiero sustituir los nombres de “Descubrimiento de América” por “Conquista y Aniquilación de América”, y “Día de la Raza” por “Aniquilación de la Raza”.
Estos expedicionarios tampoco fueron los primeros. Históricamente está demostrado que cientos de años antes que ellos, aproximadamente en el año 1010, los Normandos o Vikingos estuvieron en las Casas de Leif, que se encontraba ubicada en la costa norteamericana, la que tuvieron que abandonar unos dos años después por la hostilidad de los aborígenes que habitaban esa región –qué inteligentes. También, en el 1398 otra expedición vikinga había llegado a América.
"Los primeros occidentales en llegar a esta parte del mundo no fueron los españoles, fueron los hombres del Norte o Normandos"
Tampoco pudimos ser descubiertos, ya estábamos aquí. Estos verdugos y sanguinarios expedicionarios españoles de la peor calaña (asesinos, ladrones, convictos de toda clase), fueron los excelentísimos que nos visitaron.
“Siempre he sido de la idea que nuestro problema es genético”
Creo que la posibilidad de que logremos algo bueno con nosotros mismos es casi imposible. Los genes son tremendos. Qué se puede esperar de un grupo de aborígenes que no hacían nada (Tainos) –sólo sembrar, dormir, jugar pelota y hacer unos dibujitos feísimos-, más los españoles delincuentes con quienes nos mezclamos. Los pocos genes que nos hacen a algunos trabajadores son los de los africanos que trajeron como obreros.
Todo este preámbulo histórico sobre el "Día de la Raza", Cristóbal Colón, las consecuencias del supuesto descubrimiento y colonización, no tiene ninguna relación con el por qué del artículo. En realidad, la única motivación es resultado de que hoy es el día de la raza y del caos del tránsito al que todos debemos someternos todo el día, todos los días.

Hoy como en muchas otras ocasiones decidí visitar la casa de mis padres, a la que puedo llegar por lo general en unos diez (10) minutos a lo sumo. Sin embargo en las últimas ocasiones me he tomado no menos de cuarenta (40) minutos para transitar el mismo trayecto. Esto y el supuesto día de la raza fueron las únicas cosas que por mi cabeza transcurrieron -además del pique y deseos de maldecir a uno que otro concho que paraba el tránsito o que decidía cambiar de carril sin la más mínima misericordia.

Por esta razón, aunque parezca un poco cuesta arriba creerlo, recordé la fatal hazaña de "los colonizadores", y me lamenté -con mucha pena por cierto-, de que esos colonizadores son simplemente parte de nuestra historia, y que la nueva moda de colonización es otra mucho más dañina que la primera, y silenciosa como las peores horas de espectativa ante la enfermedad o miedo. Me refiero a las drogas, delincuencia, robos, corrupción, mentiras, antivalores, etc.

Volviendo al por qué, y a pesar de todas las quejas antes indicadas y de los daños irreparables causados por aquellos expedicionarios, tengo la fuerte convicción de que esos bárbaros y todas sus consecuencias deberían retornar. Es necesario y justo que retornen. Incluso que lo hagan en calaveras con sus espejitos y demás baratijas con que quisimos ser engañados, para que aniquilen otra subespecie que hoy ocupa y agobia nuestra sociedad.
Esta subespecie disque humana a la que me refiero está ocupada por los choferes del concho y los sindicalistas que los representan.
Si existe un Dios, del que siempre se dice nos deja libre albedrío, estoy seguro que no se refería con el albedrío a dejar a esos sinvergüenzas entenderse dueños de las calles, las aceras y todo lo que esté dentro y fuera de su alcance.
Este artículo es una plegaria. Vengan españolitos.
Vengan por favor. Arrasen también con estos abusadores.